Cuando uno empieza a estudiar una lengua, lo primero que debe hacer es acudir a la iglesia más cercana y pedirle al señor cura que por favor le case con su diccionario favorito. Será este un matrimonio de conveniencia que durará toda la vida. A partir de ese momento, el diccionario se convertirá en compañero inseparable de aventuras amoroso-lingüísticas y como buen marido, deberá compartir con nosotros, si no la cama, con seguridad la mesita de noche.
Así es la relación con un diccionario: estrecha, única e intransferible, como cualquier buen matrimonio. Y sin embargo, el estudiante griego medio no solo no "se casa" jamás con un diccionario, sino que vive completamente divorciado de él. ¿Por qué? ¿Cómo es posible vivir sin diccionarios?
A lo largo de mi carrera profesional en Grecia he podido observar el desapego visceral que la mayoría de los estudiantes griegos siente hacia el diccionario, lo cual resulta, como menos, llamativo, si tenemos en cuenta el dominio de lenguas que poseen los habitantes de estas latitudes. En mi experiencia, los estudiantes no llevan diccionario a clase (comprensible hasta cierto punto, ya que un diccionario es un objeto pesado y resulta todo un engorro ir cargando con él). Pero también he podido confirmar el hecho de que tampoco se usa en casa cuando, por ejemplo, doy un texto como tarea de lectura y al comentarlo en la siguiente sesión veo con incredulidad cómo la mayoría de los alumnos no se ha molestado en aclarar significados que son necesarios y relevantes para la comprensión del texto. Las preguntas, en estos casos, son constantes: "Carmen, ¿qué significa esto?", "¿y esto?", "¿y esto?"... Conclusión que extrae esta servidora: para el estudiante griego, el profesor ES el diccionario.
Pero un profesor no es un diccionario andante. Conoce más palabras que un estudiante, es verdad, pero no todas, y en muchas ocasiones no es capaz de explicar con precisión el significado de un término. Además, hay palabras que se resisten, que no se dejan explicar bien, por muy experimentado que sea un profesor y por muy amplia que sea la batería de estrategias de que disponga para ejemplificar y definir.
Pero es que, además, no importa: aun en el hipotético caso de que el profesor pudiera explicarlo todo, cometería el grave error de perpetuar una dependencia que no es deseable. Lo que importa es que los alumnos desarrollen su propia autonomía, que aprendan por ellos mismos. Y el diccionario es un instrumento fundamental para el aprendizaje autónomo de lenguas. No solo ofrece definiciones precisas y variadas de un término, también da información sobre su uso y sus límites, aclaraciones gramaticales, ejemplos en contexto; usos idiomáticos, etc.
¿Cuáles son las causas de este "divorcio" de los estudiantes griegos con el diccionario? ¿Pereza? ¿Escasez o ausencia de buenos diccionarios de referencia? ¿Falta de práctica, en general, de los diccionarios en la escuela o en la universidad?
Me gustaría saber vuestra opinión a este respecto. Y si provenís de otro país o de un sistema educativo distinto, ¿podríais comentar vuestra experiencia?
En cualquier caso, hoy en día encontramos más oportunidades que nunca para usar diccionarios. Los hay bilingües y monolingües, en línea o en papel, generales o específicos para estudiantes de español, en diferentes niveles de dominio...
Aquí os dejo algunas sugerencias para abandonar esa desidia nacional y empezar a descubrir el misterio de las palabras:
Diccionarios en línea:
Diccionarios en papel: